Empezar tu primer “trabajo de verdad” es uno de los momentos más importantes. Pasamos nuestra infancia y la juventud pensando en todos esos años que nos quedan para ser “mayores”: tener dinero y respeto. Soñamos con las comidas de empresa, los cocktails de después del trabajo, ascensos…
Pero ese mundo de “yupi” era eso, un sueño. Cuando empiezas tu primer trabajo la realidad de la vida laboral llega como Miley Cyrus en su bola de demolición, sin avisar y con contundencia. Te dan un pequeño training y te dicen “ale, a currar”, y tu quedas ahí como puesto por el ayuntamiento, esperando a que venga la virgen y te diga qué y cómo hacer.
Pero el sufrimiento no tiene por qué durar mucho. Un compañero de trabajo puede acudir a ti (o viceversa) y te enseña, te cuenta lo que hace, lo que no hace, y los entresijos del trabajo. Y es cuando te das cuenta que no era para tanto y que ójala alguien te lo hubiese dicho antes de empezar el trabajo.
Como muchos empleados junior, es normal sentir que todos saben lo que hacen menos tu. Pero la verdad es, la mayoría vive con miedo a ser expuesto como inadecuado o “que no sirve”, incluso cuando los demás piensen que eres la leche.
A esto se le llama, el síndrome del impostor: la incapacidad de aceptar tus propios logros. Entender que ésto es común (incluso en los niveles más altos de la organización) ayuda a ganar confianza.
Al ser “el nuevo”, eres alguien que no saben cómo cuantificar. La única forma de demostrar lo que vales y ganarte el respeto de los superiores y compañeros, es trabajando duro y superando sus expectativas.
Si quieres ser tratado como un igual, toca demostrar lo que vales.
No hay nada malo en admitir que no entiendes nada o en preguntar y pedir ayuda. Tus compañeros más experimentados están más que dispuestos a ayudarte (y como bonus, ir a preguntarles a ellos personalmente les hinchará un poco el ego y se sentirán halagados).
No tengas miedo a preguntar, incluso si crees que son estúpidas. El conocimiento es poder.
Trabajar una jornada completa será algo que nunca has experimentado anteriormente. Largas horas, responsabilidad personal y objetivos pueden ser estresantes, sobre todo para alguien nuevo en el trabajo.
Aprende a escuchar a tu cuerpo, si te sientes con estrés o ansiedad, descansa un poco y valora tu salud. Duerme lo suficiente, cuida tu alimentación y haz algo de ejercicio.
Si estás enfermo, quédate en casa. Aunque esto en España es un poco complicado, ya que te suelen pedir que incluso vayas a trabajar enfermo algunas veces, pero en el resto de Europa, si estás enfermo, te piden que no vayas al trabajo bajo ningún concepto, no vayas a contagiar a toda la oficina.
Tener un trabajo te enseñará más sobre ti mismo que cualquier otra cosa que hayas hecho con anterioridad, sobre tu personalidad, tus habilidades y tus áreas de mejora.
Aprovecha cualquier oportunidad para aprender sobre uno mismo: trabaja en tu inteligencia emocional y apúntate a proyectos exigentes, aunque te de miedo.
Éste punto es normalmente ignorado en el trabajo, pero las políticas de la empresa son un hecho. No tienes que ser un capullo como los empresarios de película para tener éxito, pero saber cómo funcionan las cosas y cómo hacerlas es crucial si tienes aspiraciones.
Tu primer trabajo es una oportunidad para aprender más sobre ti mismo, sobre quién eres y qué quieres ser, y lo que estás dispuesto a hacer para conseguirlo.
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